Una historia de vino, tierra y familia

La bodega de Pedro Pelayo Valero nace del amor por su tierra, Alcalá del Júcar, y del deseo de conservar lo esencial: la calma, el sabor y la verdad del buen vino. Pedro no viene del marketing ni de la moda vinícola. Viene del campo, del trabajo diario entre cepas, del sol manchego y del respeto por el tiempo que tarda una uva en convertirse en algo memorable. Aquí no se producen miles de botellas. Se producen las justas, con mimo, a mano, en silencio.
Cada vino es un reflejo de lo que somos: pequeños, honestos, persistentes… y orgullosos de compartirlo.

“Lo que no se hace con alma, no se embotella.”

Amamos el vino, pero sobre todo amamos lo que representa: el cuidado, el tiempo, la dedicación. En un mundo donde todo va deprisa, seguimos creyendo en las cosas hechas despacio, con las manos y con el alma. No nos interesa producir mucho, sino hacerlo bien. Y que quien pruebe una copa, sepa que hay una historia detrás.